Las características pedagógicas de los asesores
de contenido en el CEA 04 Tuxtepec.
Docentes o formadores.
1a. Parte.
¿Soy docente o formador?
¿Se dedica usted a la educación?... Entonces la cuestionante que se presenta a modo de título de esta parte del escrito pueda significarle algo. Por lo menos es motivo de detenerse a pensar sobre lo que está haciendo su aula o en ese espacio en el que interactúa con estudiantes a los que, se supone, debemos brindarles, por medio de diversas estrategias, posibilidades de aprendizaje que les permitirán inscribirse en distintos ámbitos productivos; pero ¿eso es todo para lo que deben estar preparados? Y ¿qué hay de esa realidad demandante de capacidades para hacer frente y solucionar otro tipo de problemas ajenos a una encomienda laboral?, ¿Esos que a veces son tan simples y a veces tan complejos pero que en la cotidianidad impostergablemente van a encontrar?, ¿Se ha puesto a pensar en eso? O, a caso ¿desvía y corta de tajo el tema, como algunos, al señalar cómodamente sobre reservar este aspecto de la formación en valores, en el pensamiento crítico y en lo emocional, para otros ámbitos en los que el estudiante pueda verse inmerso?
En algunas reuniones, ciertos compañeros, profesionales de la educación, docentes, discutían sobre el aula como “un espacio casi sagrado”, pero en el que no hay cabida para los “apapachos”, ni a expresiones sentimentalista. Eso, decían, se le debe reservar a los psicólogos y a los pedagogos de la escuela, pues estas figuras dentro del proceso educativo fueron creadas, desde su perspectiva, para eso, para solucionar los problemas educativos, limar asperezas entre el docente y el estudiante, además de servir de paño de lágrimas y repartir pañuelos desechables.
Pero, ¿es eso verdad?, ¿en nuestras aulas no hay espacio más que para el intercambio unidireccional o bidireccional de información respaldada en un programa académico? O ¿Será que quienes se han cerrado esa posibilidad somos los que estamos participando en la tarea de educar?
Parece que es en esta línea en la que se ha separado la tarea del docente de la del formador y es por ello que se hace necesario aclarar las definiciones de ambos conceptos.
¿Qué es ser docente?
Desde la concepción más simple de docente, en relación a aquel que se dedica profesionalmente a la enseñanza, pasando por ideas que le encierran en el marco de un modelo pedagógico puramente técnico o de las adquisiciones académicas muy “tradicionalistas”, hasta planteamientos como los de Narvaez, M. (2007) quien señala que “los docentes tienden a aferrase a sus especialidades, sintiéndose limitados a formar éticamente” pues, añade “simplemente, no creen que ello sea parte de su labor”, es recurrente la idea de que se concibe así a quien se apega a la labor de transmisión de conocimientos que se establece en la tarea educativa y que se aleja de una responsabilidad distinta a ella; por lo cual, la transmisión de valores éticos y competencias en pensamiento crítico o inteligencia emocional, no forman parte de los objetivos a alcanzar por medio de sus estrategias de enseñanza y mucho menos podrían aceptar que su conducta en el aula misma y en contexto distintos, determinen e impacten en el estudiante, tanto o más, que los propios contenidos programados.
¿Qué significa ser formador?
Por otra parte, el formador es el docente mismo, pero no cualquiera, sino aquel que asume de forma responsable y congruente los aspectos alternos que su labor conlleva y va más allá de la pura transmisión de conocimientos, como lo señala Sánchez, M. (s.f.) al decir que el docente se transforma entonces en “Facilitador, orientador y guía del aprendizaje. Acompañante del alumno a través de todo el proceso”.
Al respecto Freire, P. (s.f. cit. En Ojalvo, 2002) afirma que “la formación debe basarse en una responsabilidad ética de los docentes en su práctica educativa, expresada tanto en las interacciones que tiene con los alumnos, como en los contenidos que les transmite”.
Contextualización.
Tras conocer las definiciones de docente y formador tendríamos que detenernos a pensar sobre algo también importante: ¿A qué se debe este giro en la idea del docente?, ¿por qué esta ruptura con ideas preconcebidas, que ya chocan con las exigencias de nuestra realidad, pero que, muchos se aferran a mantenerlas anacrónicamente vigentes? ¿De dónde surge esta ruptura de lo que Sánchez (s.f.) expone como “una etapa jerárquica en donde prevalecía la figura docente por encima de la del alumno”?
El cambio lo estableció la inercia vanguardista en este campo del saber, en la que se toman y adoptan, también, disposiciones que surgen en el seno de entidades nacionales y supra nacionales que tratan de encontrar los parámetros y directrices hacia los que el proceso educativo debe orientarse, de acuerdo con los requerimientos de un ser humano más libre, digno e integral. Por ello es necesario referirnos a los ejes que sostuvo la política de educativa de la administración pasada, que permanecen vigentes y a los que Sánchez (s.f.) enmarca dentro las siguientes cuatro características que deben estar presentes en la educación:
Ser equitativa, ser pertinente, ser incluyente y ser formativa. Equitativa, al brindar igualdad de oportunidades de ingreso, permanencia y logros escolares, a través de aprendizajes que capaciten para la vida y el trabajo. Pertinente, al responder a las necesidades individuales y de desarrollo nacional por medio de una gama de opciones diversificadas y flexibles de programas. Incluyente, para que atienda la diversidad cultural de cada región cultural, étnica y lingüística de nuestro país, a fin de lograr una unificación nacional, entendiendo a ésta, como la suma de diferencias y Formativa, para que contemple el dominio de conocimientos, competencias, habilidades y valores basados en una sólida visión humanista.
Por otra parte, SCHMELKES, Sylvia. (1999. cit. En Sánchez. S.f.) agrega nuevas características a considerar en la labor educativa:
El enfoque de la educación estará sustentado en una concepción pedagógica efectiva, innovadora y realizadora. Efectiva, en cuanto a que el aprendizaje de los estudiantes será el centro de atención del proceso, al tiempo que los profesionales de la educación serán los facilitadores y tutores del aprendizaje, con un papel renovado en su interacción con el alumno. Innovadora, en cuanto a que la educación deberá integrar en sus procesos a las nuevas tecnologías de la información y comunicación mediante las cuales se deberán integrar los aportes de las ciencias y de la investigación educativa y Realizadora, en cuanto a la formación de una cultura democrática basada en la libertad individual; en un desarrollo de pensamiento analítico, reflexivo, crítico y constructivo; respetuosa de la diversidad cultural y de los derechos ajenos, dando como resultado una convivencia social pacífica y armónica.
Este enfoque, cabe señalar, se sustenta en el Informe a la UNESCO de la Comisión internacional sobre la educación para el siglo XXI y que Delors (1996.) analiza y expone también de la siguiente manera:
Para cumplir el conjunto de las misiones que les son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio.
Planteado lo anterior es comprensible la obsolescencia de la concepción docente como se externa al inicio de este documento y a la vez, se da sustento a la transición hacia la idea de formadores dentro de la actividad educativa.
También es necesario, en este punto, señalar que el contexto educativo sobre el que recae la acción investigativa del presente trabajo es el Centro de Enseñanza Abierta 04 Tuxtepec, institución con 14 años de existencia y que brinda la posibilidad de continuar y concluir sus estudios a jóvenes y adultos trabajadores que por diversas razones no pudieron terminar su bachillerato y que trabaja bajo un sistema de asesorías individuales y grupales, transitando hacia una simiescolarización de estos procesos.
La institución comparte la idea de proporcionar una educación humanista, centrada en el aprendizaje, el cual debe ser significativo y tomó como ejes rectores los cuatro propuesto por la UNESCO, que con anterioridad se han planteado, para orientar sus proceso educativos; por esto es que cabe perfectamente en el análisis de la transición de docentes y formadores a que este documentos se avoca.
Cabe señalar que según Alarzón (2001) el Sistema de Enseñanza Abierta del Colegio de Bachilleres, al que pertenece el centro educativo referido, daba servicio en el año 2000 a un promedio de 5 mil a 6 mil estudiantes en sus distintos centros, que para entonces eran solo cinco. Cifra que actualmente se ha multiplicado congruentemente con el número de centros de este tipo en el Estado (12), llegando a dar atención en un año a cerca de 12 mil estudiantes, de los cuales en el CEA 04 Tuxtepec se reserva del 10% al 15% de esta población.
Las cifras presentadas permiten apreciar el trabajo que implica el proceso educativo en esta institución, pues en su mayoría las asesorías otorgadas son individuales (hasta un 70% del total). Requiriendo con ello un trato personalizado de los estudiantes y un desempeño casi artesanal de los asesores de contenido.
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